miércoles, 4 de abril de 2007

UN CASO DE LA VIDA REAL


“Me cambio a San Expedito”, dijeron algunos
El “más cobrador de los santos” causa estragos en una comunidad universitaria

Fue un 20 de marzo cuando se acercó a “Yumbel” para hacer una manda: aprobar todos los ramos del primer semestre del cuarto año de carrera.Cuando llegó junio y, también el momento de dar los exámenes finales, la estampita de dicho santo yumbelino (que tenía en el timbre de “caja” un secreto censor) estaba delatando la intrépida entrada del estudiante a la sala, sin antes haber recordado su deuda con el semidesnudo y aflechado mártir sebastiano.“Pi-pi-pi-pi”, “pi-pi-pi-pi” repetía incansable el maldito detector de fieles morosos a la entrada de la sala. De inmediato se pone de pie un examinador, el de reserva, o goma, de aquellos que toman el examen por encargo; un solo profesor no da abasto para verificar que cincuenta y tantos personajes no pequen de mirones.Entonces, inquisidor, sagaz y de afanoso gesto, pregunta:-¿Señor, pasó por las oficinas parroquiales?, parece que su santo le está recordando algo…Y el aludido, un poco avergonzado, mira a tres o cuatro compañeros que colocan sobre su pupitre una ajada estampita del incipiente San Expedito.-Señor Cáceres, señorita Pérez, señor Gutiérrez, señor González, señorita Guzmán, señor Sánchez, señor Avendaño, señorita Sandoval, señorita Cifuentes… (etc, etc, etc, etc, etc…y bis, bis, bis), pasen por favor a regularizar su situación por la caja, (que el Santuario ha proporcionado para esta casa de estudios, claro).- Continua parloteando el “goma”, que ahora los estudiantes empiezan a mirar con odio.Una vez afuera, miran hacia adentro; sólo tres o cuatro, la verdad, es que son seis de cincuenta y tantos, los que se quedan dando el calculoso examen numérico; el más complejo de toda la carrera, el que atrasa dos años por lo menos.-Sabía que me tenía que cambiar de parroquia-se lamentaba Cáceres- este santo me tiene más flechado…-¿Y ahora?- se preguntaba Pérez- Mejor vamos todos a la caja Parroquial a hablar con la señorita para que nos dé un vale y pagar la manda la otra semana… ¿o no?-No seeé. Yo opino que mejor vamos a hablar con un cura para que deshaga nuestras mandas y empezar a creer que nos la podemos solitos mejor. – Proponía otro, desde atrás.- Yo lo único que sé, es que estoy endeudá hasta la nariz con este santito; que mejor hago una manda con San Pedro o San Expedito o San Marcos, pero que con el Tatán no me meto más. ¿Cómo les parece que nos hayan tenido que sacar de la sala por deberle unos cientos de miles de pesos en deudas por mandas cumplidas?-Un daño a nuestra moral y baja estima del bolsillo. Te encuentro razón, pero no nos sirve de nada este alegato; vamos a rezarle unas plegarias por mientras y veremos cómo en una semana más podremos ingresar a dar los repetes y todo será mejor.-Siempre que le hayamos cancelado la deuda si po…-Si po.-¿Vamos?-¡Vamos!Pasó la semana pos hablar con el sacerdote a cargo de las mandas, quien los envió a la oficina de profesores para regularizar su situación. Claro que pudieron dar el examen los que “regularizaron su situación” y cancelaron el 100% de la deuda divina. Quienes no tuvieron recursos monetarios para quedar al día, recibieron la celestial penitencia por parte de San Sebastián de hacer cuarto año otra vez, y otros –por acumulación de mandas impagas- de cuarto bajaron a hacer tercero completo. Como en el colegio: cuando tienes dos o más ramos con un rojo, estás obligado a hacer todo el curso otra vez; acá es por la deuda.Y la historia se repitió para el siguiente año en el curso. José Miguel Avello, alias el Calamar, un chiquillo despistado y desinformado visitó Yumbel con sus abuelitos. Solidarizó con la manda que ellos venían a pagar (la de vivir un año más) y elevando una plegaria hacia su desnuda silueta, prometió que, si lograba llegar a salvo a todos sus exámenes, vestiría los colores de la embestidura sebastiana.Nuevamente, al llegar Junio, San Sebastián haría de las suyas, y al momento de recibir sus notas (que lo llevaban casi invicto con 5s), Calamar empezó a tener convulsiones desde el alma hacia la piel, por todo el cuerpo. Sus compañeros y profesores, preocupados sin saber qué hacer, no pudieron lograr estabilizarlo y quedó en estado de catatonia durante los dos días que bastaron para que llegara la abuelita desde “Confecciones El Santo”, con el traje de raso más brilloso nunca visto y de colores nada más vivos como el amarillo y el rojo -accesorios se venden por separado (gorro y calcetas)-, para engalanar al “Yiro” con su nuevo traje sacro de helado Yiro.Y aquí termina parte de esta historia de mandas impagas y de deudores cada vez más morosos, que, por no amortizar sus petitorios a tiempo obtienen un castigo divino que les prohíbe cumplir con deberes académicos.Moraleja: Volver a creer en este santo trae consecuencias fatales. Es mejor santo desconocido que santo reconocido, así que démosle un voto más a San Expedito para que se acerque un poquito más a Dios y nos lo agradezca cobrando sin interés y, lo más importante, sin pedir como hipoteca nuestros exámenes.