martes, 13 de febrero de 2007

Barros Arana: Un “paseo” por el arte

  • Barros Arana debe ser uno de los principales centros culturales de Concepción, donde se expresan diversas muestras que son de suma importancia parta el transeúnte, muchas veces agobiado por los problemas cotidianos. Este paseo peatonal inconcientemente se transformó en un elemental punto de distracción.

Por Julio Sánchez A.

“Pasa que a veces ni siquiera te paseas por Barros Arana por una necesidad material, por la urgencia de un producto, de un bien. También es habitual que la gente lo haga para distraerse un rato, y en eso están estos artistas. Esta simple frase, expresada por una estudiante de teatro, refleja quizás una de las realidades que muchos de los habitantes penquistas desconocen, pero que viven a diario.

Y es que estar en el paseo peatonal ya es atractivo. La aglomeración de gente completamente heterogénea en sus gustos, vestimentas, edades, sexos, y situaciones socioeconómicas, hace que cualquier interesado social se pare en ese epicentro, y de un momento a otro, comience con una observación exhaustiva de los acontecimientos y anécdotas que ahí ocurren.

Y digámoslo, siempre es divertido y relajante quedarse un ratito a escuchar algún tema de Violeta parra, Los Jaivas, Quilapayún o disfrutar con las rancheras románticas de Marco Antonio Solís. “Nosotros les quitamos un poquito el estrés diario a las personas (…) aunque pase uno o dos minutos por aquí, los sacamos de todo su entorno”, asevera el líder de la banda La Escena, que hace 17 años toca en el lugar.

Y es así, basta instalarse una tarde cualquiera y ver la fluencia de público que concurre a reírse con las tallas de los humoristas callejeros que se concentran en la Plaza de Armas, o a apreciar las marionetas, que con sus inocentes rostros, se mueven al compás del “Nunca me faltes”, cumbia del “maestro” Antonio Ríos.Mientras, en otro lado, se escucha a un hormonal saxofonista, quien concentrado toca alguna pieza de Charlie Parker o Ben Webster, y que es centro de atracción de jóvenes enajenadamente abrazados que disfrutan de las sexys melodías.

Entonces, ¿Sería Barros Arana igual sin la exposición de estos artistas?, evidentemente que no. Esta presencia cultural en el paseo hace de la tarde urbana penquista una instancia para la distracción y el olvido de los problemas diarios.

“Lo fundamental es romper con lo cotidiano”

Roberto Troncoso es pintor, hace cinco años que se dedica de pleno a esta actividad y es cabeza principal de la agrupación “Exposición del Pintor Urbano”. Además, es director de la Escuela y Talleres de Arte Aplicado Osvaldo Guayasamín, ubicada en Boca Sur, donde trabaja con niños en riesgo social. Sin embargo, asegura que le gusta estar en el paseo, pues así acerca la cultura a quienes normalmente la ven desde lejos: “Lo más importante es que los artistas estén en la calle”, afirma emocionado.“El artista es importante, es el oxígeno a este sistema. Si el artista no está, el oxígeno falta”, asevera. Además, agrega que “lo fundamental es romper con lo cotidiano en las personas, y una forma de hacerlo no es sólo a través de la pintura, sino que también a través de expresiones de artesanía, de expresiones musicales, un poco de mimo, etc.”.

Y así es. Mientras se somete a la entrevista, Troncoso apunta a todas las personas que se detienen a miara sus cuadros y expresa: “¿ves?, quizá qué será lo que está viviendo esta gente, pero mira, así es como se distraen un rato”.

Y es que sólo basta subirse a un edificio y observar desde lo alto el paseo peatonal, sorprenderse con la diversidad de personas y analizar las actitudes de los mismos. Se pasean, vitrinean, pocos compran, pero la mayoría se estampa con los talentos de los artistas callejeros: “Mira, yo soy ingeniero comercial, estoy sin pega eso sí, pero claro, igual prefiero comprar por aquí, darme este paseito y sacarme de mi rutina. Si bien no tengo trabajo, igual me estreso precisamente por no tenerlo… je je je!”, manifiesta Claudio González, un transeúnte más de los cerca de mil que en ese instante caminaban.

Roberto Ormeño, representante y líder del grupo La Escena, que hace más de 15 años toca a las afueras del Doggis, también ratifica la trascendencia de Barros Arana: “La misma instancia que la gente vea a grupos estables en la ciudad, le da la posibilidad de no irse por O’higgins, no irse por Freire y tomar esta cuadra aunque sea para tonar un minuto de relax al estrés diario”.

Barros Arana: Un centro cultural

Bandas andinas, saxofonistas, humoristas, artesanos, charros, cantantes, pintores, etc., etc., etc.. ¿Se trata acaso de un centro cultural?. Bien podría ser. Pero no, todas estas obras son expresadas en una cuadra, en una simple calle, donde convergen diversidades tanto en las mismas expresiones como en las personas que ahí se detienen para disfrutar el arte.

“Todos los paseos peatonales y las plazas de todas las ciudades representan un ente cultural (…) Barros Arana es un muy buen ente para hacer cualquier tipo de cultura, años atrás yo me acuerdo que aquí se hacía teatro, se hacían títeres y habían diferentes tipos de expresiones musicales”, sostuvo Ormeño, de La Escena.

Y resulta ser interesante inmiscuirse en aquel ambiente. Es en esa calle donde se mezclan distintos talentos que son olvidados por la mediatización, que pertenecen al mundo anónimo. “Si te das cuenta, aquí (Barros Arana) te encuentras con una multiplicidad de gente con aptitudes, el saxofonista, por ejemplo, es un muy buen artista, y ni hablar del mimo, pero, sin embargo, pocos los conocen, no tienen mucha cabida en los medios, pero sí, es un centro cultural”, ratificó Ester Mora, directora de la Revista artístico cultural Artemisa.

Estilo de vida

Pero la vida que se plasma en estos artistas se complementa sólo con esto, el arte. Muchos aseguran que viven cien por ciento de la cultura, que disfrutan de la belleza visual interpretativa de los cuadros o de las letras de las canciones y que sueñan con la superación, por ejemplo, en las finas definiciones del óleo.

“Si tu supieras el trabajo y la dedicación de estos hombres, te sorprenderías” asevera Mora, quien se dedica, a través de su medio, a promocionar y mostrar a estos talentos.De la misma forma, Troncoso, el pintor, afirma que lo que vive es “un estilo de vida. Aquí no se trata de que voy a trabajar ocho horas de pintor, trabajo las ocho horas y me saco el equipo como lo puede hacer un mecánico, un carpintero (…) aquí el artista es artista las 24 horas del día; mira, actúa, come como artista”.

“Los artistas llegamos a la gente, los transeúntes se paran, les gusta nuestro trabajo y tenemos buena acogida, gracias a lo que ellos nos colaboran es como podemos vivir con un cierto grado de decencia”, complementó Ormeño.

¿Y la respuesta del público? Reconocen calidad

Más allá de la atención que día a día la gente presta a las muestras culturales en el paseo peatonal, la supervivencia que estos artistas tienen que vivir a diario igual es complejo. Aunque, reconocen, que el público responde: “Tú lo estás viendo… la gente puede distinguir y puede tener una preferencia; humildemente te digo, por la calidad del trabajo. Nosotros no somos artistas que tenemos que vivir en la calle para poder comer, nosotros somos artistas, que ha falta de espacio, tenemos que ir a la calle”, expresó el líder de la banda Dixie For Jazz.

“Lo que pasa es que la gente no dimensiona la calidad de estos artistas. A mi me gusta mucho el charro, que ahora no lo veo por ninguna parte”, agregó Victoria Ortiz, transeúnte que mientras respondía, prestaba atención y se reía con el zapateo de los Dixie.

Asimismo, Ormeño manifestaba que la “respuesta de las personas siempre ha sido buena. En el caminante sobre todo, la aceptación es espectacular. Es que nosotros les quitamos un poquitos sus preocupaciones, ya sea con uno o dos minutos que nos vean”.

Y es en este último punto donde está la esencia. Primero, la respuesta de la gente parece ser aceptable y beneficiosa para el artista. Asimismo, para las personas resulta ser ésta la instancia de distracción: “Esto de pegarse un descansito, por supuesto que sí. Mira, date cuenta de la gente que está mirando cómo los chiquillos tocan… quién sabe con qué andan en la cabeza, algunos con problemas matrimoniales, sexuales, laborales, pero ahí los ves tú poh’, cagaos de la risa viendo nuestro show”, declaró el zapateador de los Dixie.

Aunque, a penas terminó su cuña, el hombre (diciendo: “espérame, vuelvo altiro”) se paró rapidísimo a mostrar su parte de la función, mientras sus compañeros se aplicaban con el saxo y la batería. Ahí fue donde se instaló, se mostró y entre risas y aplausos, sacó buena monedas de los espectadores.